UNA PEREGRINACIÓN HACIA MI


Viajé durante un año por Centroamérica buscando un propósito espiritual. Sentía que algo dentro de mí no encajaba con la forma en que la mayoría vivía. Probé retiros, talleres, cursos, viví en más de seis países, leí mi carta astral, exploré mi diseño humano, intenté comprenderme bajo cada luna y a través de todos los rituales posibles. Y aun así, el propósito no aparecía.


Después de ese año de búsqueda, algo en mí sintió el llamado de Japón y de una de sus antiguas peregrinaciones: el Kumano Kodō. Este camino sagrado representa el viaje del alma hacia la purificación, un recorrido para soltar lo viejo y reconectar con la naturaleza como maestra. Mientras caminaba por los senderos cubiertos de musgo y silencio, entendí algo que cambió todo: mi propósito no estaba en ningún lugar, porque mi propósito era vivir la vida como yo la disfruto. Había estado tan ocupada buscando sentido que me había olvidado de sentir la vida


Comprendí que no hay error más grande que creer que lo que buscamos está afuera. Nada hay que encontrar, porque lo esencial siempre estuvo dentro de nuestro ser. No vinimos a hacer, vinimos a ser. A vivir según la voz del alma, sin miedo al juicio ni a lo que “debería ser”. Cuando empecé a escucharme, a darme lo que necesitaba y a respetar mis propios ritmos, el propósito dejó de ser una meta y se convirtió en presencia.

Anduve por todos los caminos, hasta entender que el único destino era volver a mí.


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EL OTRO COMO UN ESPEJO