LA REVELACIÓN DEL WESAK EN EL MONTE KURAMA


Como maestra de Reiki, uno de mis mayores sueños era conocer el monte Kurama. En el momento en el que estuve en Kioto, lugar donde se encuentra el monte Kurama, vivencié uno de los momentos más sagrados de mi vida. El monte Kurama es considerado un vórtice energético planetario, hogar del espíritu Mao-son (護法魔王尊), una manifestación cósmica de la energía del Gran Sol Central, que representa la luz primordial de todo ser. En este monte sagrado, Mikao Usui también recibió la iluminación que dio origen al Reiki. Por eso, el Wesak que celebré en Kurama fue una gran revelación.


Wesak es la celebración de la iluminación del Buda (Shakyamuni) y también el descenso de la energía de Cristo sobre la humanidad. Según la tradición esotérica, durante la luna llena de Tauro, las jerarquías espirituales derraman una bendición de luz y amor sobre la Tierra.
Es el momento en que Buda y Cristo se encuentran en planos sutiles, irradiando energía de unidad, compasión y despertar.


Vivir esto, más allá del entendimiento de lo que se dijo durante la ceremonia porque no hablo japonés, fue la experiencia más hermosa de mi vida. Al llegar, podés comprar una velita blanca que viene sobre una flor de loto roja. Esto representa: la luz que disipa la ignorancia, el retorno al estado original del alma y el blanco contiene todos los colores, así como la mente superior contiene todas las experiencias. Por otro lado, la flor de loto roja es el simbolismo del corazón humano, el amor compasivo y activo que no huye del mundo, sino que lo transforma, la energía vital (Ki) que asciende desde la tierra hacia el cielo y abre los pétalos de la conciencia.

La iluminación no se alcanza, se recuerda. Es la elección de darle amor a mis miedos que son tuyos también. Es elegir trascender programas antiguos de pensamiento sin entender de dónde vienen o por qué están allí y mirarlos con amor porque somos lo que los observa sin juzgarlos, porque somos la elección de amar sin decidir justificar, porque somos la fe de lo que no está manifestado pero elegimos con certeza anclarnos en la fortaleza de lo que no está siendo, pero que sabemos que existe.

Los monjes encendieron sus velas, pero también entregaron fuego para que las velas de las personas que tenían al lado prendieran las suyas y así poco a poco cada uno fue entregando su fuego para que todos y todas pudiéramos prender nuestro fuego.

La iluminación no se busca, es el poder de elegir ser amor y lo llevamos dentro. Podemos elegir cortar con la identificación de los miedos, las paranoias, la duda y el dolor. Podemos ser amor en un mundo donde te lleva a desconfiar del otro, a desconfiar de tu fuerza interior, de tu sabiduría. Podemos parar y comenzar de nuevo, pero la elección está en cada uno/a. Somos ese fuego que se enciende y que elige ser puente para encender el fuego del resto.


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HO’OPONOPONO Y VIVIR EN INSPIRACIÓN